Ni un coche, ni un alma. La noche me piensa, la nada,… también.
Oigo mis pensamientos y preferiría no oírlos. Perforan recuerdos muy mal olvidados, los remueven, indiferentes, y los lanzan como dardos para que suelten el hedor de rincones presentes, de odio, de amor,… de dolor.
La nada, y en la nada vuelve el todo, con la intensidad de un panel publicitario en cuatricromía, tridimensional, estridente,… solitario.
Y vuelven a estar allí, los fantasmas del pasado, que miran pacientes, y saben que en mi pretendida ignorancia, están más que presentes y se ríen de mi.
Me revuelve el estómago y no es nada. Y la nada me recuerda la vida, que harta y cansada no da más de si.
Es este silencio, es el susurro de la nada, que me arrastra hacia ella y me abandona, a medio camino, como una foto velada de lo que pude ser y no fui.