Para lectores sabios

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Algunos de mis Haikus

A mano alzada
trazo un rostro de ángel
en la penumbra

El alba crece
al ritmo de tu aliento
con tu aroma en mí

En la soledad,
miro la luna llena
y te recuerdo

Tus dedos danzan
en mis palmas desnudas
un baile de amor

miércoles, 18 de enero de 2012

Volando...

Os voy a contar el regalo de Navidad que me hizo Núria. Un vuelo en ultraligero en el aeródromo de Moià. Fui ilusionado porque me gusta volar. El avión está muy bien equipado, modernísimo, parece la cabina de un aerobús, pero no es más que un ultraligero, porque a pesar de su aspecto, no pesa más de 400 kg. Nos desplazamos hacia la pista mientras me explica todos los indicadores y controles que lleva. Todo me parece lógico, ya he volado antes, sé mucho de aerodinámica y pilotaje. Pero han pasado años y la moderna tecnología me fascina.
Con los auriculares puestos, donde se mezcla la voz del piloto con los constantes mensajes por radio de la torre de control y otros aviadores, nos orientamos hacia la pista de despegue. Flaps abajo, breve mensaje de que despegamos, aceleración a tope, el avión se desliza y a los pocos segundos ya quiere despegar. Un toque de palanca hacia atrás, nada, dos milímetros, y el morro se levanta y notas como te has "despegado" del suelo.
En ese momento volvieron de golpe todos los recuerdos de mis vuelos anteriores. La emoción que me invadió no tiene nombre. Pensé en todo, en sólo dos segundos. Pensé en cuánto me gusta volar, en qué fantástica es la sensación de despegarte del suelo; pensé en Núria, que me regaló esta sorpresa por Navidad.
Noté en mi estómago, claramente, cómo subíamos, colgados de las alas del pequeño avión, sujetados por la simple ley de la aerodinámica, alta presión bajo las alas, baja presión sobre ellas, lo que equivale a succión hacia arriba.
Quitamos los flaps, bajamos velocidad y el piloto me deja los mandos. Él sabe que soy "casi" piloto, y me deja disfrutar. Sólo me pide que no haga un "looping", porque el desayuno aún está por digerir,… Vuelo hacia Collsuspina, pero hay nubes que suelen zarandear los ultraligeros; vamos por encima de ellas, pero por si las moscas evito las nubes, giro a babor y vuelo hacia Artés, luego sobrevuelo Monistrol y de vuelta a Moià sobrevuelo ligeramente (está prohibido) la casa de Núria.
Para el aterrizaje le dejo los mandos. Entre que ya no me acuerdo mucho, no sé tanto, que el avión es suyo y no lo conozco, y que quiero volar más y no poner punto final precipitado a la vida, prefiero disfrutar y que sea él quien me devuelva sano y salvo a tierra,… donde no me apetece volver aún, así, tan de prisa….
La aventura finaliza con un aterrizaje de mantequilla, un apretón de manos y la promesa diplomática de que nos veremos pronto (a saber).
He hecho un par de fotos en vuelo, y he disfrutado a tope. Me he sentido joven (porque lo soy), vivo (porque lo estoy) y feliz (porque me lo merezco).

Ha sido un regalo sensacional. He vuelto a ser yo. Me he acercado a las estrellas, al sol, he cabalgado las nubes, he sido el rey del mundo durante unos minutos. Y es tan fácil ser feliz,… sólo tienes que hacer lo que te apetece.
Y me apetecía mucho, Nuni!.
Gracias.

A veces, una música te recuerda momentos felices.
A veces, un sabor te colma de recuerdos pasados.
A veces, un olor te traslada a momentos inolvidables,
pero olvidados.
A veces, sí, a veces, un error te recuerda dónde estás,
o dónde no estás y deberías estar.
Y a veces, la emoción de volar te recuerda que estás vivo.
A veces, una palabra te recuerda quién eres,
un gesto, dónde estás,
una sonrisa, a quién aprecias,
una mirada, a quién quieres,
un beso, a quién amas,
un reproche, a quién respetas,
una caricia, a quien anhelas,
una lágrima, a quien te quiere.
A veces, sólo un instante, puede convertirse
en una eternidad.