Para lectores sabios

viernes, 1 de agosto de 2008

El juego del Sol

Se asoma por el mediterráneo, sólo un momento, para ver si alguien le mira, para ver cómo le miran y le admiran. Sabe que le miran con amor, con sorpresa, con ternura. Luego salta al cénit, donde nadie le mira, donde nadie le puede ver, aún sabiendo que está allí. Todos saben que está allí, que sin él no habría nada, pero no le miran. Lo ve todo: ve la lujuria, la piedad, ve el amor, la soledad, ve el cariño y la crueldad, y cada día se sorprende más y más. Se pasea a sus anchas, lo ve todo, pero nadie le mira. Es demasiado intenso. Se aburre y se cansa, y decide bajar, allí donde pueden verle. Y sí, allí le miran, le miran y admiran de nuevo, con amor, ternura y agradecimiento, pero ya cae. Ellos saben que volverá y, como despedida, les envía colores dorados, ocres, y lentamente, inexorablemente, desciende. Guiña un ojo al acariciar la montaña, para despertar el trino de los pájaros, los únicos que le despiden. Un paso más y ya no puede ver a nadie ni nadie le ve. Le han mirado, sí, pero sólo en su amanecer y en su ocaso. El resto del día domina todo a sus espaldas, invisible y onmipresente, y les ve. Pero ahora, ahora toca de nuevo dormir, hasta mañana, que volverá a jugar con sus miradas. Fotos: amanecer navegando hacia Menorca, atardecer en una cala de Mallorca y puesta de sol en Sant Llorenç de Munt. (c) MNF



lunes, 28 de julio de 2008

Call Center


Riiiiing, riiiiing, riiiing,….
Son las once de la noche.
Paco pone el DVD en pausa, se levanta del sofá y se acerca al teléfono.
NUMERO DESCONOCIDO. Riiiiiing, riiiiing
Paco suspira y levanta el auricular.
—¿Dígame?
—Buenas tardes—, dice una melosa voz sudamericana —¿hablo con el señor don Francisco Ygriega Zeta?
—Si, yo mismo— responde Paco, arrepintiéndose de no haber colgado de inmediato, aunque no serviría de nada, volverían a llamar, una y otra vez, incluso muerto volverían a llamarle.
—¿Es usted mismo?— pregunta la melosa voz sudamericana (en adelante, la MVS).
—¿Me trata usted de mentiroso?— replica Paco, mientras aprovecha para servirse una copa más de vino tinto.
Dos segundos de silencio. Te pillé, jeje, piensa Paco.
—¿Es usted el señor don Francisco Ygriega Zeta?
—Mire señorita—, contesta Paco con sorna —si da usted por sentado que la estoy mintiendo colgaré y le daré la oportunidad de llamarme de nuevo para excusarse.
—Oh no, señor Francisco— responde la MVS —es que debo estar segura de que hablo con la persona adecuada.
Ya te tengo, piensa Paco. Te saqué del guión.
—¿Y para eso tiene que preguntarme dos veces si yo soy yo? Es decir, ¿si yo soy yo y también soy yo al mismo tiempo…?
—¡Jeje, que grassiosso es usted señor Francisco!
—De gracioso nada, monada, porque no soy el señor Francisco…
—¡Oh! ¿No me había dicho que sí lo era?— se sorprende mi sorprendente MVS.
—No, señorita, para usted soy el señor Ygriega, o don Francisco, pero no el señor Francisco. Además, en España, cuando un desconocido llama por teléfono a las once de la noche diciendo buenas tardes, lo mínimo que se espera es que se le trate con la consabida educación, es decir tratándome como señor Ygriega.
—Por favor no se ponga así, señor Franc…, perdón, señor Ygriega. Le ruego me escuse si he llegado a ofenderle…
—Perdonada. Diga usted qué desea, o mejor dicho qué pretende usted que yo desee.
—Qué grassiosso es usted señor Francisco.
Y dale.
—Perdone, creí habérselo explicado. Le he dicho que para usted soy el señor Ygriega. ¿Qué parte de esta frase es la que no entiende?
Paco enciende un cigarrillo y pone las piernas sobre la mesa. A estas alturas, el DVD ha pasado ya del modo Pausa al modo "te fastidias, no puedo esperar más" y se apaga del todo.
En la pantalla aparece el rótulo de NO SIGNAL. Mira qué bien, piensa, igual que el encefalograma de la melosa voz sudamericana.
—Señor Ygriega, mi nombre es Carlota y le llamo del servisio de atensión al cliente de Siti Bank España
—Ya
Silencio; esta está ya en órbita, piensa Paco.
—Es para ofreserle la posibilidad de traspasar el saldo de su tarjeta de crédito a su cuenta corriente, a un interés muy interesante para haser frente a cualquier gasto que usted pueda tener durante este periodo veraniego,…
—Es que…
—… dispone usted de un saldo de tres mil setesientos euros de crédito que, traspasados a su cuenta, puede reintegrar al Siti Bank en cómodos plasos de sientochentaysiete euros con diesiséis séntimos…
—No, mire es que pasa lo siguiente…
Al fin calla la MVS y me deja hablar
—… en estos momentos no puedo atender una llamada de este tipo a no ser que me ayude usted a tomar una decisión.
—Naturalmente, señor…. Ygriega, el crédito de su tarjeta se convierte en menos de veinticuatro horas en…
—No, no, perdone, señorita, no me ha entendido. Para tomar una decisión debo saber primero si lo que me está comentando es una oferta que me interesa o no. En estos momentos estoy haciendo la digestión y tiene suerte de que no tengo pareja, sino igual estaría haciendo algo distinto y mas interesante que ver una película para hacer la digestión, la cual, dicho sea de paso, ha interrumpido usted…
—No sabe cuanto lo lamento señor Fr… Ygriega. ¿Quiere que le llamemos mañana, cuando tenga un momento?
—¿Y cómo me va a llamar usted mañana cuando tenga un momento? ¿Cómo sabrá usted que no estoy ocupado en ese momento?
Te jodí, MVS, ahora a ver con qué me sales.
—No hay problema, señor … Ygriega, dígame usted ¿a qué hora desea que le llame?
—No, mire, no quiero que me vuelvan a llamar porque me juego la tele de 32 pulgadas a que no me llama usted sino alguna otra compañera suya y volvemos a empezar. A ver, procedamos paso a paso para dejar las cosas claras.
—Usted dirá, señor Ygriega
(Lo aprendió, ¡al fin!)
—Veamos, si lo que usted quiere venderme es algo que SEGURAMENTE me interese, pulse el 1; si es algo que PROBABLEMENTE me interese, pulse 2, y si cree que lo que me ofrece NO ME INTERESA EN ABSOLUTO, pulse cualquier otra tecla.
—¿Se está burlando usted de mi, señor Ygriega?
—En absoluto señorita… ahora me doy cuenta que tanto discutir sobre mi nombre no me he quedado con el suyo.
—Carlota, mi nombre es Carlota
(Y tiro porque me toca, jeje)
—Bien, señora… Carlota. Uff no sabe lo que me cuesta llamarla así, porque para llamarla doña Carlota debería usted tener al menos cuarenta años más de los que debe tener.
—Ohhh, señor Ygriega, que cosas tiene usted.
—No, si no era un piropo, sólo pragmatismo de facto
—No le entiendo…
—No me entienda, no hace falta. Mire, lo que necesito es que utilice su teléfono para señalarme el nivel de interés que pueda tener yo respecto a su oferta.
—Es que,… mire, resulta que no tengo un teléfono, todo esto va por ordenador…
—Ajá
—Mire, Señor Ygriega, no me importa llamarle mañana y….
—Ni hablar, usted me ha llamado esta “tarde” sobre las once, ya son las once y veinte y dentro de unas horas tendré que cenar, así que aclarémoslo lo antes posible.
—Pero…
—Veamos, al menos tendrá usted un teclado delante….
—Sí, claro esto va por...
—Pues entonces pulse usted la A
—¿Cómo dice?
—Que pulse usted la A
—No creo que funcione, señor…
—Naturalmente que funciona, puede usted activar su teclado para enviar tonos. Yo he trabajado quince años en servicios informáticos de atención al cliente y probablemente haya programado su sistema.
—No tengo permiso para….
—¿Pero lo tiene para llamarme a las once de la noche? Mire es muy sencillo: no tiene más que pulsar las teclas siguientes, todas al mismo tiempo: Control, Alt, Suprimir, y luego rápidamente la tecla de retorno INTRO. Pruébelo y me hará usted un favor y quedará bien con sus jefes.
—Bueno, a ver, por probar que no quede, señor Ygriega. A ver, Control, Alt y Suprimir y ahora pulso… piii piii piii piii

Paco colgó suavemente el teléfono, apuró lo que le quedaba en la copa, se sirvió otra, se tumbó en el sofá y encendió nuevamente el DVD.